jueves, 1 de noviembre de 2007

Abschiedparty.

Sintiéndome por primera vez en la vida Mrs Dalloway: anfitriona deseosa de que todo salga bien en su fiesta y que intenta controlar su tarta, en mi caso dos tortillas de patata, para poder controlar algo en su vida, esperaba a mis invitados para despedirme de cuatro meses en Berlín.
Con todo ya preparado, sonando un acertado "Wish you were here" de fondo, no podía parar de moverme. Intenté leer o escribir, pero todo era propiedad de la tensa espera que me exigía algo que ya no estaba allí. Todo estaba relacionado, pensaba mientras la espera me llevaba como una grúa descontrolada de habitación en habitación. Cocción de patatas, fuego lento, maduración de la amistad. Intento de control del fuego, apagón, vuelta a encender, desarrollo de la misma. Resultado desigual en muchos casos, siempre merece la pena hacer tu parte y esperar acontecimientos. Llegan los primeros invitados que se expanden a ritmo de timbrazo de telefonillo, y que me obligan a bajar al patio por si se extravían ante la confusa manera alemana de crear y ordenar edificios.
Comienza a correr el alcohol, y el crisol de lenguas y culturas aparece. Se forman dos grupos: el núcleo español y el internacional. Como anfitrión me paseo entre los dos llevando víveres a mi habitación donde hace guardia el núcleo español casi familiar de Berlín, capaz de sobrevivir altas, bajas e inviernos a menos 15.
Presidiéndolo está nada más y nada menos que Jose, un crack del tablero de la vida, y sobre todo un amigo con el que he intentado desentrañar los misterios del mundo, mientras caían estos cuatro meses. Conversaciones sobre dinamismo, chicas, ajedrez, jazz, libros, significado de la vida y lo que nos pasaba cada día jalonan una trayectoria de pura amistad que se fue forjando en un Berlín solitario y desigual, en el que los secretos no existían mientas asistíamos impertérritos al paisaje lunar de Berlín en Agosto. Podían darnos las cuatro de la madrugada que ahí estábamos, en un banco al lado del videoclub sin ninguna gana de volver a casa. Con mil teorías por acabar, cada una un fino hilo de nuestra vida puesta a disposición del futuro del otro, nos marchábamos más completos, más seguros de haber entendido algo, más amigos. Pasando la mitad de la noche sobrio en el grupo internacional y acabándola ebrio en el español nos encontramos con Charlo. Como buen actor tiene la facultad de parar el tiempo y de que la gente se concentre en su gesto, en el espacio recién ocupado por él, que expresa más de lo que se ve, de lo que hay. En un momento de la noche, miré a la derecha sin saber por qué y ahí estaba él, subido a una silla gritando: Was ist theater?(¿Qué es el teatro?) mientras entreabría las manos colocándolas a cierta distancia. La gente me preguntó qué hace, qué significa lo de las manos. Simplemente la distancia entre el público y la representación además de su relación. La base del teatro, y la base de él mismo desde que lo conocí y que sólo después de muchas cervezas, obras de teatro y confesiones en el Mauer Park, baile surrealista y simbólico incluido- en el borde de un círculo que resultaba ser la pista de baile, ni dentro ni fuera- pude entender de verdad. Como creo que él también me entendió.
La fiesta fue acabando poco a poco, y los lugares en donde había personas eran ocupados por botellas vacías. Si cierro los ojos sólo hay personas. Javi.