jueves, 1 de noviembre de 2007

Abschiedparty.

Sintiéndome por primera vez en la vida Mrs Dalloway: anfitriona deseosa de que todo salga bien en su fiesta y que intenta controlar su tarta, en mi caso dos tortillas de patata, para poder controlar algo en su vida, esperaba a mis invitados para despedirme de cuatro meses en Berlín.
Con todo ya preparado, sonando un acertado "Wish you were here" de fondo, no podía parar de moverme. Intenté leer o escribir, pero todo era propiedad de la tensa espera que me exigía algo que ya no estaba allí. Todo estaba relacionado, pensaba mientras la espera me llevaba como una grúa descontrolada de habitación en habitación. Cocción de patatas, fuego lento, maduración de la amistad. Intento de control del fuego, apagón, vuelta a encender, desarrollo de la misma. Resultado desigual en muchos casos, siempre merece la pena hacer tu parte y esperar acontecimientos. Llegan los primeros invitados que se expanden a ritmo de timbrazo de telefonillo, y que me obligan a bajar al patio por si se extravían ante la confusa manera alemana de crear y ordenar edificios.
Comienza a correr el alcohol, y el crisol de lenguas y culturas aparece. Se forman dos grupos: el núcleo español y el internacional. Como anfitrión me paseo entre los dos llevando víveres a mi habitación donde hace guardia el núcleo español casi familiar de Berlín, capaz de sobrevivir altas, bajas e inviernos a menos 15.
Presidiéndolo está nada más y nada menos que Jose, un crack del tablero de la vida, y sobre todo un amigo con el que he intentado desentrañar los misterios del mundo, mientras caían estos cuatro meses. Conversaciones sobre dinamismo, chicas, ajedrez, jazz, libros, significado de la vida y lo que nos pasaba cada día jalonan una trayectoria de pura amistad que se fue forjando en un Berlín solitario y desigual, en el que los secretos no existían mientas asistíamos impertérritos al paisaje lunar de Berlín en Agosto. Podían darnos las cuatro de la madrugada que ahí estábamos, en un banco al lado del videoclub sin ninguna gana de volver a casa. Con mil teorías por acabar, cada una un fino hilo de nuestra vida puesta a disposición del futuro del otro, nos marchábamos más completos, más seguros de haber entendido algo, más amigos. Pasando la mitad de la noche sobrio en el grupo internacional y acabándola ebrio en el español nos encontramos con Charlo. Como buen actor tiene la facultad de parar el tiempo y de que la gente se concentre en su gesto, en el espacio recién ocupado por él, que expresa más de lo que se ve, de lo que hay. En un momento de la noche, miré a la derecha sin saber por qué y ahí estaba él, subido a una silla gritando: Was ist theater?(¿Qué es el teatro?) mientras entreabría las manos colocándolas a cierta distancia. La gente me preguntó qué hace, qué significa lo de las manos. Simplemente la distancia entre el público y la representación además de su relación. La base del teatro, y la base de él mismo desde que lo conocí y que sólo después de muchas cervezas, obras de teatro y confesiones en el Mauer Park, baile surrealista y simbólico incluido- en el borde de un círculo que resultaba ser la pista de baile, ni dentro ni fuera- pude entender de verdad. Como creo que él también me entendió.
La fiesta fue acabando poco a poco, y los lugares en donde había personas eran ocupados por botellas vacías. Si cierro los ojos sólo hay personas. Javi.

domingo, 14 de octubre de 2007

La loca y el inglés

En mi barrio hay una loca. Siempre se la ve paseando a ritmo de marcha militar mientras a gritos insulta a los peatones con lindezas como nazi, estirado, penner(una combinación alemana entre mendigo y gilipollas) y sus respectivas variantes y combinaciones.
Tiene que pasar bastante tiempo para que te des cuenta de que es inofensiva y que lo más que puede pasar es que del susto se te caigan las bolsas del super.
Hace unos días mientras salía de casa me llevé una sorpresa al verla parada delante de un portal.
Siempre que la veo realizo sin querer la estrategia del erizo: bajo la cabeza, reduzco espacio de movilidad e intento que la calle se expanda ante mi mirada para lograr que el límite de las cosas no me imponga existencia. Por esta vez pasé inadvertido.
Mientras pasaba entre el portal y ella logré escuchar esta conversación entre ella y un tío de unos treinta años, con pintas de pijo post-universitario.

Loca apoyada en un coche, fuera.
Tío dentro del portal, esperando.

LOCA: Leave the door open (Deja la puerta abierta)
TÍO: Was? (¿qué?)
Loca: Leave the door ajar (Deja la puerta entornada)
Tío: Was? (¿Qué?)
Loca: Open!! (Abierta!)
Tío: Entschuldigung, ich spreche kein französisch. (Lo siento. No hablo francés)
Loca: (prorrumpe en carcajadas)

Sigo mi camino. Quedan veinte pasos para llegar a la esquina. Cuando al fin llego se siguen escuchando las carcajadas de la loca, que con su pensamiento oblicuo y su eterno chándal gris ha dejado de gritar para reír.
La sociedad y su nueva punta de lanza retroceden y se pierden en la oscuridad del portal. Y en mis oídos resuena la risa roja de la loca, y todo suena a gran verdad.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Bohemia (IV)

Caen otras dos cervezas. Sensaciones: he de ir al servicio, ligeramente mareado con sensación de irrealidad, me da la impresión de no pisar, de haberme mimetizado con Jakob, de ser al fin gris...

Entre Charlo y yo sacamos el significado irónico del nombre: Jakob como un personaje de importancia vital en la biblia y "von" como designación propia de condes o duques. Demasiada importancia para un hombre que tiene la insignificancia por bandera.
A partir de ahora, el que suscribe estas líneas se retira y le cede la palabra a Charlo. Del intercambio de ideas vamos a pasar al monólogo de Charlo, el cual como el del actor del Burgtheater de "Tala" de Thomas Bernhard se convierte en filosofía del momento, de la vida.

"¿Por qué tanto yo en el poema? ¿Por qué tanto yo en la vida? ¿Por qué la obra entera es un monólogo, y por qué no para de hacerse fotos Jakob, fotos esparcidas por el suelo? Fotos para un currículum que insistentemente se le pide y que nunca puede escribir. En este mundo necesitamos pruebas de nuestra existencia, se nos pide constantemente a cada momento que probemos con papeles, con fotos, con representaciones de nuestro "yo" que existimos. Por eso tanto yo, por eso esa insistencia de un nombre grandilocuente para expresar insignificancia. Si no se nos pidiera nada, si se nos despojara de todo, nos quedaría el nombre. Por eso la insignificancia no es tal, es un intento de demostrar que si se nos quita todo, todo somos. Si no queremos nada, seremos ese yo que tan diluido está. Seremos nuestro nombre.
En el poema se dice también yo soy el corazón y ahí está la diferencia entre un verdadero artista y un farsante: el farsante piensa en la gente, el verdadero en las personas.
Transcrito desde el recuerdo fragmentado, desde un alemán peculiar y ampliado en vocabulario usando sinónimos para su mejor comprensión.

Bohemia(III)

Entramos casi los primeros y la representación ya ha empezado. Esto de entrar "in media res" es curioso. El escenario es muy sencillo, una mesa tipo escritorio, gramófonos, un potro de gimnasio, una radio, fotos por el suelo y un actor. Nada de esto cambiará hasta el final. El actor en calzoncillos y camiseta hace el mismo ejercicio físico animado por una voz monótona. Hora y diez minutos después termina.
Salimos un poco impresionados por la adaptación y por lo bueno que es el actor en particular y lo buenos que son los actores de teatro en Berlín en general. Estamos en proceso de asimilación, nos dirigimos al bar. Dos cervezas después. Sensaciones: un poco más animado, con un poco más de hambre y con un conocimiento vago de lo que Charlo me está contando. Algo de una chica a la que invitó a ir a la filarmónica, ya que ella le dijo anteriormente que le encantaba la música clásica. Me he enterado de la primera parte. Charlo lo repite todo, me enteró de la segunda: fueron a un bar en el que ponían música clásica y ella dijo que le aburría ése tipo de música. Los movimientos teatrales de Charlo se funden con la historia, se mimetizan con el local en un juego de luces y sombras en el que no hace falta decir paradoja.
Le pregunto su opinión sobre la obra. Me dice que la obra trata del viaje de vuelta a la tripa de nuestra madre. Me despierto. Se explica: Jakob quiere fundirse en la nada, ahogarse en su propia insignificancia, no progresar, no ser. Quiere cambiar el curso de la naturaleza desde la inacción, desde la destrucción de su identidad, de su orgullo. Quiere ir en ladirección opuesta.
Pienso en español, es un "apátrida de las almas". ¿Un alma-apátrida? ¿un almapátrida? Vamos Real Academia de la Lengua Española, afloja un poco. Entro en la conversación con un reguero de "pequeñas almas-apátridas" en alemán, todas ellas deseosas de formar una cadena de significado, luz hecha colores reflejados en varios prismas de lenguas de direcciones insospechadas.
Jakob es también un rebelde, alguien que como Bernhard tiene el mensaje de "siempre en la dirección opuesta", salvo que Bernhard está harto de romper cristales, de probar su flexibilidad ante los golpes de la vida, de los demás, de sí mismo... Charlo lo menciona: en realidad es un juego de espejos, una vuelta a lo mismo pero que siempre trae renovación, vida. Forzar la naturaleza a través de no ser, romper la campana de cristal desde fuera, volver al vientre de nuestra madre...

Bohemia(II)

Estoy en un banco en la cafetería del Deutsches Theater. Es el banco más alejado de la gente y lo comparto con una mujer de aspecto descuidado. Todo brilla y reluce menos nuestro banco. Es el banco de los marginados, de los que no quieren consumir sino sólo esperar a que sea la hora. No me importa, me siento a gusto entre gente que mira al infinito como la mujer, que pasa su mirada sin que los objetos y las personas se den cuenta. Es la mirada de personas con historias enterradas en el vacío, arrinconadas por la masa hacia los no-espacios. En los no-espacios no se habla, no hace falta. Uno se limita a preparar su entrada al espacio, en donde todo entra en fricción con ruido de cristales rotos,la gente te mira, les devuelves la mirada y se construye un nuevo cristal.

Saco "Tala" en alemán. Estoy en el capítulo de los cadáveres artísticos. Me río. Espero a Charlo, dramaturgo coreano-ciudadano del mundo(abstenerse pensamientos que comparen "Ciudadano del mundo" con Manu Chao). Todo es raro. Llega Charlo, leemos el poema de "Liebe" y el folleto. Le explico un poco de que trata la novela de Jakob von Gunten. No importa la trama, sólo que Jakob quiere convertirse en un cero a la izquierda en la vida, alguien que en su insignifancia no cuente, un intento desesperado de no romper más el cristal, de no ser siendo.

Ya no veo a la mujer. Le habrán construido un nuevo cristal. Pienso que hay una relación directamente proporcional entre la edad y la rapidez de construcción de un nuevo cristal. Charlo me despierta a base de surrealismo. Sin darme cuenta le he tirado unos deberes que me quería enseñar, los he recogido del suelo y se los he devuelto con una disculpa. Él me tira los míos. Me quedo sorprendido, le oigo murmurar: " Tú me has tirado lo mío..." La carcajada sale sola. Es hora de entrar...

Bohemia (I)

LIEBE

Ich bin der Liebling meiner selbst,
ich bin es der mich liebt und hasst
Ach, keine Liebesnacht erfasst
mich selbst so völlig wie ich selbst.
Oft wenn ich stundenlang allein
mit mir in Selbstgedanken lag
war ich mir Nacht, war ich mir Tag,
war ich mir Qual und Sonnenschein.
Ich bin die Sonne, die mich wärmt,
Ich bin das Herz das mich so liebt,
das so vergessen sich hingibt,
das sich um seinen Liebling härmt.


AMOR

Soy el favorito de mí mismo,
soy lo que me ama y me odia.
Ah! Ni siquiera el poder del amor
me entiende tan completamente como yo.
A menudo, cuando he estado horas
enteras entre mis pensamientos
he sido la noche, he sido el día,
he sido la tortura y la luz del sol.
Soy el sol que me calienta.
Soy el corazón que me ama,
que me entrega así al olvido,
que se aflige por su favorito.

Robert Walser

sábado, 21 de julio de 2007

Óxido

Aire y libertad, movimiento que nace sin esfuerzo, sin contacto. La bici se desliza entre un mar de terrazas rompiendo los sentidos en estallidos de aire que, muertos nada más nacer, pasean su atención entre hojas secas y los pliegues de mi ropa. Dormidos, fragmentados, esperan su momento.
Un golpe en el vacío me pone de nuevo en el centro del cuadro, que ansioso por volver a explicarme lo que es la vida, lleva a mi pie izquierdo a la fragilidad de estar solo y ser culpable. Inestabilidad, colores y fragmentos del manillar o del timbre pasan ante mis ojos como imágenes de una película muda que presenta hechos sin subtítulos.
Ya no siento el aire. Caigo. Soy materia. Hierros, sangre, asfalto rasgando mi piel y un par de gritos me reciben cuando caigo. Giro la cabeza. El tranvía tiene que frenar en seco, chirría todo en mis oídos. Ya solo veo óxido. Logra parar a tiempo.
El óxido seguirá ahí, esperándome.
Hasta que deje de ser materia.

sábado, 7 de julio de 2007

Tres perros y una mierda

Nada más salir de la estación me encontré en medio de una gran avenida, con una pregunta sobre una calle por hacer y cuatro posibles objetivos móviles en forma de transeúntes viniendo hacia mí. Sin pararme un momento a reflexionar y cegado por la visión de un bulto informe, lleno de colores y de articulaciones desbocadas, me dirigí hacia él.
Enfocar de nuevo y hablar fue todo uno. Me encontraba ante una cabeza tricéfala, dirigida a duras penas por una mujer joven que no buscaba pasear sino que la pasearan. En el momento en el que empezó a contestarme, el caos que rige nuestro planeta decidió hacer una visita al punto donde me encontraba.
Uno de sus grandes perros, aunque yo siempre vi cabezas, se medio deshizo de la correa y con un salto se plantó donde yo estaba de tal manera que di un paso hacia atrás del susto. Noté que pisaba algo blando. La sensación fue como volverse a calzar un zapato encima de otro. Sí, era una señora mierda. Aunque yo estaba ya a cinco metros de la mujer, con una mierda colgando del zapato y entrenándome en el difícil arte de bailar con un perro, la conversación proseguía. Los otros dos perros, no sé si atraídos por el olor de la mierda o por lo bien que bailábamos quisieron también participar.
Reconozco que huí.

domingo, 24 de junio de 2007

Colores y totalidad



Metro de Madrid. Incapaz de abrir la cartera para sacar algún libro para leer, decidí observar el entorno y dejarme fundir en el mar de caras y gestos que me rodeaba. Cansado de ver a gente que esconde sus pensamientos para ser especial y sus sentimientos para ser normal, me fijé en el niño. Era muy pequeño, y desde el cochecito observaba cómo su madre le enseñaba la vida a través de los colores. Una especie de folleto editado con forma de acordeón y dividido en colores le esperaba a cada página que pasaba o a cada vuelco nervioso que le daba, ansioso por incorporar lo extraño a su mundo, asimilando extrañeza y realidad a través de colores. El folleto estaba dividido en siete grandes partes, y cada una iba dedicada a un color. Cada parte iba introducida por una página llena de ese color en la que un título con letras en negro especificaba qué color era. Esa página a su vez se desdoblaba en una en la que se veían varias cosas cotidianas que tenían ese color, para así digamos introducir la abstracción de la representación en su mente. La arbitrariedad del signo y el color no cuadraban en su mente. Nervioso, y con movimientos impacientes no hacía caso a las palabras de su madre, que trataba que explorara las cosas que tienen el mismo color. Él pasaba de un color a otro, sin pararse a ir hacia los objetos. Verde, azul, rojo... Se paró en este último. Un rojo sin abstracciones. Puro como él, no esperaba a que lo incorporara ni a que lo escondiera entre ejemplos. No esperaba nada. El niño tampoco. Sólo estaban juntos. Las palabras de la madre llegaban inertes y sin sentido a sus oídos para que dijera que rojos también son los camiones de bomberos. Silencio y mirada perdida de la madre. Tensión y concentración en la de él. Mi estación ya era roja, ante el impulso de la vida.

jueves, 7 de junio de 2007

Vivir en la realidad

En la academia en la que doy clase siempre hay un momento en torno a las 7 de la tarde en el que entran los niños. No me entiendan mal, siempre hay niños en la academia, pero los niños de los que hablo tienen alrededor de 8 años. El otro día andaba esperando que María se decidiera a entrar en clase de inglés, ya que andaba enfrascada en una multiplicación de varias cifras de la que no había manera de desprenderla. Lápiz en mano, y con la cara casi tocando el papel que rasgaba con fruición, disfrutaba como siempre cuando hace los deberes o se aprende la lección.

Mientras, su hermana, que leía un libro de fantasía en el que según me contaba venía un glosario con las distintas lenguas de los pueblos que salían en el libro, levantó los ojos del libro y me chivó que María había hecho la primera multiplicación con calculadora. Medio en broma, le dije a María que eso no estaba bien y que debía hacerlas todas a mano, para realmente aprenderlas bien. Su hermana volvió al ataque replicando que con calculadora no era la realidad. María, que siempre está sonriendo, lo dejó de hacer por un momento para poner cara de susto y preguntarme: Pero, yo vivo en la realidad, ¿no?

Le dije que por supuesto y volvió a sonreír. Después, mientras ya se levantaba para ir a inglés empezó a decir que a veces se inventaba cosas y ya no sabía en dónde vivía. A los cinco minutos ya se le había olvidado todo, como les pasa a los niños a esas edades en las que las cosas son tan puras que los conceptos sobre uno mismo apenas existen, y por eso sólo existe la felicidad.

Pero a mí se me quedó clavada esa pregunta muy dentro, ya que en ella están encerradas muchas cosas que María empieza ahora a descubrir y que le llevarán a no tener que preguntar con temor a ningún profesor sobre qué es la realidad y si vive en ella o fuera de ella. Preguntas que contestará escogiendo entre finas capas de realidad y sueños, y de las que a diferencia de las multiplicaciones sí se desprenderá. Y lo hará ella misma.

jueves, 26 de abril de 2007

Existir en domingo

Gombrowicz en su diario: "Haría todo esto si lograra invocar el espíritu... Pero no me siento con fuerzas suficientes... Por desgracia, hace tres años abandoné el arte puro, pues mi género no es de los que se puede practicar a salto de mata, o los domingos y días festivos. Me he puesto a escribir este diario sencillamente para salvarme, por miedo a la degradación y a un total hundimiento entre las olas de la vida trivial que ya me está llegando al cuello. Pero resulta que tampoco en esto soy ya capaz de esforzarme plenamente. No se puede ser una nulidad durante toda la semana para ponerse a existir el domingo. Señores periodistas, y vosotros, honorables parlanchines y espectadores, no temáis nada. Por mi parte ya no hay peligro de que sea presumido o incomprensible. Igual que vosotros y que el mundo entero, me precipito hacia el periodismo".

Y así, entre carcajadas ante salidas tan irreverentes como ésta se me va pasando el diario.Me doy cuenta de que Gombrowicz tiene una manera física de escribir, de tratar a la palabra. Al igual que en Ferdydurke los personajes son descritos mediante una sucesión de muecas que distorsionan la forma, esta cita también me parece una mueca a su existencia de oficinista en Argentina. Un giro mordaz dedicado a todos los que buscan una escritura libre de aristas y de esquinas en las que el lector pueda perderse gustoso y ponerse a existir.
Al igual que Gombrowicz intentaba salirse de esa existencia que le impedía escribir pero no intentarlo el Domingo, el lector ha de hacer lo mismo. El objetivo siempre será el mismo: vivir la existencia que uno de verdad quiere encontrando el camino a base de "ponerse a existir". La pregunta es: ¿cuántos días de la semana tienes? Yo me solidarizo con Gombrowicz y me pregunto: ¿será el domingo suficiente?..

martes, 17 de abril de 2007

Gombrowicz. Diario


Tras mi lectura del diario de Kafka y no pudiendo resistir más el hambre de encuentro postergado, me lancé ante el único ejemplar que quedaba en La Casa del Libro del diario de Gombrowicz y, sin reparar en gastos- Gombrowicz no lo permitiría- me hice con él.
No puede haber dos diarios más diferentes en su enfoque hacia el público. Gombrowicz lo estructuró en capítulos para que cada uno de ellos fuera publicado en la revista Kultura. En el caso de Kafka si mandó quemar su obra.. ¡Imagínense su diario! La escritura en el diario de Kafka es reconcentrada, telegráfica, cuidando no salirse de las esquinas de su mundo para así ser él mismo en ella. La de Gombrowicz se abre al mundo, desbordante y deseosa de explicar al mundo de individuo a individuo qué es el arte, qué es Polonia y quién es él, para ya de paso entenderlo él mismo.

Él desea el contacto, Kafka lo rehúye. Este Gombrowicz combativo, inconformista, ácido hasta decir basta, eterno niño que ante el lenguaje no se harta de jugar es un modelo a seguir para todos los que son como Gregorio en "El pato salvaje": el número trece a la mesa. La piedra en un zapato que no termina de encajar en él y no un zapato con una piedra que hay que sacar.
Su juego se convierte entonces en el de un niño al que al quitarle la pelota, se enrabieta y lucha contra su entorno para luego crearse su propia pelota y molestar mientras juega. Luchando contra la estructura rígida de las palabras secuestradas por la crítica y por el orden, él impone su nuevo juego, su nuevo lenguaje con la inmadurez como bandera de la libertad. ¿Quién se puede resistir a esto? Me voy a jugar.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Rarezas

Recojo el guante de Miss Frey, fiel lectora de mi blog arrítmico y hecho a golpes de fulgor nocturno, para destapar las rarezas que tengo. Dicha declaración tan falta de pudor proviene de un juego que consiste en encomendar a dos conocidos tuyos, a ser posible bloggeros, la misión de exponer sus rarezas. Como estoy hecho principalmente de curiosidad y de palabras acepto el reto. Como nota introductoria el sobrenombre por el que me conoce mi mejor amiga es "niño raro", así que no tendré que ficcionalizar demasiado. ¡Con lo que me gusta a mí mezclar ambas cosas y que no se sepa ya cuál es cuál! En fin...

1. Siempre quise ser un niño tuberculoso. De esta manera, en el silencio de la noche podría despertar a mi familia con toses acompañadas de rostro macilento, sudor frío y debilidad general. Es una de las enfermedades que más cuidado permanente necesitan, y además de eso tiene cierta belleza decadente. Principal hándicap: no nací en el siglo XIX.

2. Invento palabras o les doy a las ya existentes un nuevo significado.
Ejemplo de las primeras está "tener la sueñota": que es tener tanto sueño que no puedes levantarte a "echar la pota". Acotación: echar la pota es vomitar en España, y me surgió a través de la experiencia de una noche en la que estuve enfermo del estómago.
Ejemplo de las segundas es una nueva acepción de "romo": como persona plana, poco inteligente, que no da más de sí vamos, en cuanto a conversación, pensamientos etc..
Espero que haya muchos bloggeros que también se inventen palabras, ya que yo tengo la impresión de que con las palabras que tenemos a veces no podemos expresar lo que llevamos dentro.

3. Suelo coger las cosas de una manera diferente. Ejemplos: el boli, la cuchara, el tenedor. Debido a la manera con la que cojo el boli suelo escribir de una manera tan enérgica que, al apretar el boli, el reverso de la hoja parece braille. A veces tengo serias dudas de si es braille de verdad o no. Si lo fuera sería una rareza "estrella". Un amigo definió a mi manera de escribir como la de una vidente invocando espíritus.

4.Duermo en la más completa oscuridad. Si no, no me duermo.

5. Mi color favorito es el gris.

6. Creo ser la única persona del mundo que en una noche de pedo tuvo una llave embadurnada de chocolate pegajoso, un llavero de Tintin igual de embadurnado que parecía Kunta-Kinte, un móvil ídem pero sin las teclas número 5 y la de responder llamada-apagar móvil, un padre llamando a ese móvil, un autobús mirándome fijamente y preguntando por qué no respondía a la llamada, una negra africana en ese mismo autobús explicándome a qué tecla se ha de presionar para responder al móvil y un monóculo( único cristal de las gafas que quedaba vivo, ya que el otro se me cayó y no lo pude encontrar...)
P.D: en una de esas grandes ideas que se tienen en esa clase de noches, me metí dos onzas de chocolate, que me ofrecía una amiga para subir el azúcar, en el bolsillo y me dormí...

Creo que eso es todo. Aunque probablemente me dejé casi todo lo demás.

martes, 6 de marzo de 2007

Tan profundamente en el bosque


Kafka a Milena: " Usted se queja de algunas cartas, dice que les da la vuelta por todos los lados y nada cae de ellas, y sin embargo son ésas, justamente ésas, si no me equivoco, en las que yo me sentía tan cerca de usted, tan subyugado en mi sangre, tan subyugador de la suya, tan profundamente en el bosque, tan reposado en la calma que uno realmente no quiere decir nada, salvo, por ejemplo, que el cielo se divisa entre las ramas de los árboles, nada más, y una hora después uno repite lo mismo, y sin embargo no hay en esta frase " una sola palabra que no haya sido cuidadosamente meditada".

El bosque, la sangre y la palabra. Tres conceptos que siempre han estado unidos a mí, tan dentro de mí que casi nunca los he reunido objetivamente para darles forma, inaprensibles e incapaces de soportar la mera visión o el sonido que provocan ellos mismos al entrechocar.
Aletargados e inmóviles se ponen en funcionamiento al contacto con el fragmento. Todos llevamos dentro momentos en los que nada se puede decir, y lo que se dice son palabras que inexplicablemente siempre han estado allí, palabras que sonarían a hueco en otro momento no sólo nos acercan a lo que somos sino que son lo que somos. Por eso están tan meditadas, inconscientemente han ido ganando terreno moviéndose entre nuestras sombras, alimentándose de ellas hasta llegar a acercarse a lo que cada uno lleva en su interior. Esa palabra muda resonará en nuestra cabeza cuando todo se haya marchado y estemos solos en el bosque con nuestra ya reposada sangre. Ni siquiera llegaremos a saber lo que significa. Seremos esa palabra.

Un genio anda suelto

Así se titula una película que acabo de ver. La protagoniza un pintor genial en un Londres lleno de reglas que contradicen sus instintos por el arte como única realidad posible en la vida. En una de sus escenas, la típica solterona resabiada inglesa, pero en el fondo de buen corazón, le dice: "Deberían meterte en un asilo". A lo que el contesta: "No pueden. Vivo en una casa flotante". Ante el estallido de la frase, renacieron mis recuerdos sobre cosas flotantes concentrados en un proyecto que albergamos mis amigos mexicanos y yo: "The floating islands institute", o "el instituto de las islas flotantes". Debido al interés lunático de un yankee multimillonario por las islas flotantes, sospecho que un Cyrano de Bergerac decadente por el excesivo consumo de hamburguesas, tenemos una remota oportunidad de crear un instituto sobre las islas flotantes con su dinero. Así y bajo esa tapadera, la gente nomal y puerilmente adocenada "lavaría" el dinero. Nosotros "limpiaríamos" las palabras. Ya de paso, incluiríamos algún artículo entre nuestras numerosas publicaciones sobre alguna isla flotante para que todo continuara de la misma manera. De alguna manera, eres intocable en una isla o un territorio flotante porque nadie cree en tu existencia. Como el territorio de los blogs, académicamente sin entidad física, somos invisibles y flotantes. Nos tendríamos que hundir bajo el peso de los congresos que aceptan nuestras ideas a regañadientes, o que nos miran incrédulos ante lo que ellos llaman castillos en el aire. Nosotros mismos, como hicimos Jimmy y yo ante una isla flotante con constatable "entidad física" en una laguna en Burgos, miramos bajo nuestros pies y tememos hundirnos, al ver que nuestros pies se encharcan de agua y bajan diez centímetros de su estado natural. Pero no nos hundimos. Y es simplemente porque habitamos un territorio invisible para los que han dejado de soñar. Sus raíces se entrecruzan fundiéndose con las de palabras vividas, soñadas, o imaginadas en un sueño raro del que no te acuerdas pero sabes que está ahí, llamando a tu puerta cuando te descuides y te des la vuelta. Porque cuando pruebas estar en él y no te hundes, ya no lo abandonarás jamás, ya que unas palabras te llevarán a otras y así por siempre... El territorio se volverá cada vez más firme, pero siempre tendrás la impresión de que un junco cederá y caerás al agua. Nunca cederá, porque lo invisible nos mueve y lo visible nos fija.

El "chicle" japonés

Últimos días de Berlín. Restaban ya los últimos coletazos de una fiesta, que había tenido comida española, vino, risas y una más que variopinta comunidad internacional, que iba desde una punta a otra del globo. En la mesa, mi amigo Pepe y yo intercambiábamos sonrisas cómplices, que luego en soledad se convertían siempre en carcajadas estruendosas, al conocer la última noticia de un Japón desorientado y ordenado, tradicional y postmoderno pero, sobre todo... no fácilmente entendible.
El caso es que ahora se comían una especie de chicle en Nochevieja sin masticarlo, y algunos - y apunto yo, lógicamente- se ahogaban.... Impagables los momentos en los que Sakiko, propensa a las onomatopeyas para explicar conceptos, nos deleitaba con su ninonino.., para explicarnos que venía la ambulancia a llevarse al que se estaba ahogando al hospital. Pero el japonés medio, parte de una sociedad tan rara como pragmática, no contento con eso y antes de llamar al hospital utilizaba la aspiradora, sí, eso tan cotidiano y pueril que todos tenemos, para meterle el tubo por la boca e intentar extraerlo. Después nos dijeron que siempre había algunos muertos el 1 de Enero por esa razón. Aunque yo sinceramente no me puedo creer que los haya si juntamos varios conceptos ya anteriormente apuntados: la seguridad que tienen sus tradiciones, exentas de todo riesgo para la salud, la proverbial rapidez oriental y la sagacidad e inteligencia al juntar dos elementos tan dispares como un ahogado y una aspiradora: esa, digámoslo así, capacidad de integrar el objeto útil y rutinario a la urgencia de la situación.
Y nosotros, pobres mortales, atragantándonos en Nochevieja con raspas del pescado, y usando la aspiradora para limpiar...

Atelierwand


Deambulaba por la Alte Nationalgallerie un poco con la misma sensación que me produjo algún museo británico, demasiada pintura holandesa con ganas de hacer que un cuadro sea una fotografía. Al contrario de lo que alguna gente cree, la expresión "parece que cobra vida" no tiene sentido en un cuadro si parece una foto. Sólo la profundidad, el claroscuro y una apariencia de cuadro te puede hacer pensar en que si que cobra vida. Y es simplemente porque no altera su naturaleza para conseguir los efectos deseados. Sigue siendo un cuadro, lo ves de cerca de lejos y desde todos los ángulos y sigue siendo un cuadro. Al mismo tiempo es algo más. De repente y girándome 360 grados al contemplar algo que me produjo una sensación de asco, que se tradujo en una expresión de: por qué andaré por la vida si en cualquier te momento te puede ocurrir cualquier desgracia en forma de cuadro, que sin ningún tipo de rubor te salte a la cara..? Expresión que haría saltar sin duda la carcajada de Desigual... Y de repente este cuadro me atrapó. Es de alguna manera para mí, el tipo de fragmentación deseada, las líneas del brazo están en reposo aunque el brazo derecho vaya a realizar una acción sin ningún tipo de prisa, sin importar que no exista la cabeza, o lo que haya alrededor. La figura ha encontrado su propio orden en un mundo ambiguo, oscuro y fragmentado. El espectador tiende a sentirse incómodo, no por la falta de la cabeza en mi opinión, sino porque esa figura ha encontrado su sitio en el espacio. Mucha gente se retiraba al ver el cuadro, dirigiéndose hacia la luz de un cuadro que representaba una batalla en la cual medio cuadro era cielo azul. Llenos de luz, como mosquitos alrededor de una lámpara esperando a que la luz se apague, no encontraban su sitio en el espacio. Sonreí a las sombras. Mi día ya era completo.

"El berlinés errante" ¿Radiografía de un sueño?

Berlín: una ciudad tomada por punkies, bicis y perros no descansa nunca. Al contrario de otro tipo de ciudades el contraste es tan grande que tiende a desbordarse. En el Este, que es donde vivo, la gente toma la calle, en el Oeste calle toma a la gente. El Oeste es un lugar demasiado alemán, las calles son muchos más grandes y anchas, los colores son tranquilos, todo es majestuoso y cuidado, nada puede salirse del orden establecido. Es bonito, pero abruma un poco, sólo un carácter alemán de bigotes enérgicos y mente despejada como los retratos de generales que abundan en la Alte Nationalgalerie puede soportarlo largo tiempo. El Este es movimiento: la gente se reúne en la calle los Domingos para hablar tomando una cerveza o ir a los múltiples "flohmärkte" o rastros, las bicis te pueden atropellar, los perros van medio sueltos... Los estudiantes, por ejemplo, hacen de estudiantes independientes perfectamente, arrastrando con dignidad sus bicis malheridas por el tiempo y el óxido: compañeros inseparables. De hecho, hasta les ponen candados, aunque en mi opinión nadie en su sano juicio querría robar "eso", ellos se los ponen. Aunque bien mirado el responsable del Film Technik Museum, en donde hay todo tipo de medios de locomoción antiguos, podría estar al acecho de alguna de las miles de bicis de estudiantes para colocarla con una etiqueta que ponga "1893. Berlin Oest". Natürlich Oest, de que otro lado podría venir.
Y así, imaginándome a un ser con pinta de carcelero medieval: nariz gacha, ojos fieros y penetrantes, gabardina negra semiocultando una joroba curtida tras mucho patear las calles de Berlín, la frente perlada por un sudor frío e incómodo, que se seca y se vuelve a humedecer según vaya encontrando bicis dignas de colocar en su museo, se me pasa el tiempo que tarda en hacerse la tortilla de patatas en casa de Pepe. Al final sólo vendrá un convidado: Manako, que agradecido público se ríe por todo y se come una parte muy gustosa.
Nosotros con fiesta española, y el "berlinés errante" destripando bicis en Berlín... Es la una ya. La lluvia repiquetea en el alféizar.Todo ha sido un suenyo. No quiero despertar.

Berlín. El comienzo

Berlín. 9 de Septiembre. La mejor ciudad del mundo se prepara para recibirme. Yo, ajeno a todo ello leía un libro en alemán en el avión bastante fino y más accesible que la alta literatura. Un diccionario verde de la marca Pons se revolvía cada vez que no entendía alguna palabra o expresión. Buscaba muchas palabras, incluso algunas que entendía por el contexto sólo por aliviar de vez en cuando la presión sobre mi rodilla. Pienso que aunque sea raro usar un libro muy grande para entender uno pequeño es lógico con el universo en el que vivimos. La literatura nace de la libre asociación, de la capacidad de transmitir conocimiento, expresión y belleza a través de un caos que entra directamente en lo invisible de cada uno. No está hecha para entenderse, sino para fallar intentando entenderla, para sentirla. De ahí que se necesiten diccionarios, enciclopedias y todo tipo de manuales para poder guardarla, para poder ponerle riendas y que se quede tranquila, mansa. A mi lado, mientras el diccionario languidece entre mis dedos, cansados ya de aguantarlo, dos alemanas hablan sin parar: su hormigueo incesante hace que me entre sueño, hasta que una de ellas abre una bolsa marrón y arrugada, de éstas que las películas americanas nos han enseñado que sólo pueden contener vasos de plástico de café, y saca una manzana. La manzana reluce de una manera especial, casi cinematográficamente un brillo diminuto va avanzando en intensidad hasta llegar al borde, mientras yo con ojos de niño y completamente hipnotizado observo todos sus movimientos a cámara lenta. Mordisco y diccionario abren el sonido. La alemana se me queda mirando, sonríe y me empieza a hablar. Miro hacia abajo y el diccionario se ha abierto al caer por una de mis palabras favoritas: allmählich(paulatinamente). Siento que todo vuelve a empezar.

La marcha muelle de la pantera o la destrucción de un poema

Aquí cuelgo uno de mis poemas favoritos en una buena traducción que le puede hacer justicia a Rilke perfectamente. Tranquilos, ya mostraré después las malas. De momento disfrutad:

LA PANTERA

Su vista está cansada del desfile
de las rejas, y ya nada retiene.
Las rejas se le hacen innumerables
y el mundo se le acaba tras las rejas.


Blando andar de flexibles fuertes pasos,
y girar en el más pequeño círculo
como danza de fuerza por un centro
en que su voluntad se halla aturdida.


Sólo a veces se alza el mudo telón
de sus pupilas. Luego entra una imagen,
va por la tensa calma de sus miembros
y se extingue al llegar al corazón.


Bueno, hasta aquí el poema. El principal problema radica en que si me hubiera encontrado "esto otro", que ahora escribiré, la primera vez que lo leí, me habría parecido tal pozo de inmundicia el poema en sí, que no creo que lo hubiera superado en mucho tiempo, sin ayuda psiquiátrica se entiende....


Aún así no queda ahí la cosa, ya que he encontrado bastantes traducciones que ofrecen una rivalidad interesante en el ya conocido por todos concurso "A ver quién lo hace peor". Y aunque es más difícil elegir lo "más feo entre lo feo" que al revés, mi olfato- y nunca mejor dicho, debido al hedor que desprenden dichas traducciones ha querido elegir ésta:

LA PANTERA( o eso dice el traductor)

Su mirada está del paso de las rejas
tan cansada, que no retiene ya objeto alguno.
Para ella, es como si mil rejas hubiera
y detrás de las mil rejas ningún mundo.



La marcha muelle de trancos dúctiles y recios
girando de un ínfimo círculo en la nada
es como una danza de fuerza en torno a un centro,
en que se yergue una voluntad narcotizada.



Sólo a veces, permite en silencio la apertura
a la pupila el velo. - E ingresa una figura:
por la tensa calma de los miembros va a correr,
para en el corazón cesar, luego, de ser.




Tremendo ¿verdad?. Pasemos a analizar los mejores momentos de dicha traducción. La expresión "estar de" en español es como mínimo desafortunada, ya que la primera imagen que te viene es que la pantera está de las "rejas" hasta los mismísimos, cosa ésta que difiere notablemente del mensaje del autor.

Pasemos a "la marcha muelle de trancos dúctiles y recios". Ja,ja,ja. ¿A qué es bueno?

La pantera, según se desprende en este verso se va de marcha, de excursión o de la también llamada "marcha muelle", que probablemente provocaría hilaridad entre las personas que se acercaran a verla al zoo, no sólo por dicha "marcha muelle" sino por su medio de transporte en zancos, por muy dúctiles y recios que éstos fueran.


Dejo a la imaginación de cada uno, ya que somos seres eminentemente visuales, el formarse la imagen libremente de una pantera saltando con un muelle encima o incrustado en la tripa, mientras anda con los trancos en un cuanto menos difícil equilibrio...

Luego en el penúltimo verso tenemos la expresión "por la tensa calma de los miembros va a correr". ¿Adónde va a correr? Es que es ridículo, no es lo mismo recorrer que es lo que pegaría o simplemente "va" como en la traducción buena que correr.

Además es una sensación la que "recorre" sus miembros sin importar el tiempo que tarde, no un campeonato de sentimientos y sensaciones por ver quién llega primero a recorrer los ya doloridos miembros de la maltratada pantera.

Para acabar como muestra un botón. Comparen:

Las rejas se le hacen
innumerables y el
mundo se le acaba
tras las rejas.

VS

Para ella es como si
mil rejas hubiera y
detrás de las rejas
ningún mundo.


La de abajo es tan narrativa que dan ganas de seguir: "y detrás del mundo estaba la pantera con su pequeño amigo el lince..."

Vamos, no me jodas.

Mi primer día en el gimnasio

No hay nada como no haber pisado nunca un gimnasio, exceptuando en los lejanos días del colegio, y entrar a uno de repente. El monitor te mira fijamente varias veces como no creyéndose tu aparición entre posters de Jean Claude van Damme y un Stallone deslucido con unos pantaloncitos rojos ridículos, de gimnasio franquista de potro y espalderas...
Aún así, e imagen kitsch aparte, el monitor te acompaña durante toda la primera sesión empezando por la cinta. La cinta. Lo primero que aprendes de ella es que da igual a la velocidad que la ponga al principio, la cinta es un gran monstruo que te va a intentar tragar por todos sus medios posibles- que son muchos- y que además cuenta con ¡¡¡la inestimable ayuda del monitor!!!. Ahora comprendes su sonrisa a medio camino entre pérfida y pueril, sonrisa de vaca pastando cultivada entre miles de horas aburridas hasta la extenuación, viendo músculos subir y bajar. Es la sonrisa de alguien que ha pasado las horas muertas rumiando su malicia, hasta que después de mucho tiempo logró dar forma al plan: crear al hombre-máquina. ¿Qué hay mejor que un conejillo de indias para ese propósito? En lo que debieron de ser entre cinco y diez segundos me cambia la velocidad de andando a andando deprisa, de footing a corriendo... No logro ver nada, todo se funde a mi alrededor: la máquina entra en mí. Mientras, el batiburrillo que debieron formar piernas, palancas, cinta y botones se hace más espeso. Sufro una visión. Siento con extraordinaria crudeza que ya nadie va a poder separarnos cuando me baje de la máquina y que la gente correrá sobre mí, pensando que mi espalda es una cinta de correr o que los botones son parte de mis labios. Oigo una voz lejana y todo vuelve a la normalidad gradualmente, apagando la pesadilla. La máquina se para, y el monitor me dice que igual me mareo un poco al bajar. ¡Un poco! ¡Me encantan los eufemismos de los gimnasios! Al intentar dar el paso final que me libre de la máquina me siento como Neil Armstrong en su primer contacto con La Luna, más que sin ninguna bandera que clavar ni ninguna gloria que esperar. Vamos... que menos por mis movimientos astronáuticos no me parezco en nada a Neil Armstrong... El monitor se gira en redondo y me dice: ¿Tú nunca has hecho la mili, no?

lunes, 5 de marzo de 2007

El fósforo y la prisa

El fósforo arde deprisa, esperando en vano que en su momento de arder y por tanto morir, la llama haya merecido la pena. A la palabra le ocurre lo mismo.
De hecho, no hay nada como vivir esta época para que al instante la gente te pida palabras: instantáneas, ligeras, ingrávidas.. Lo importante es que no hayan pasado mucho tiempo por el cerebro para que no lleguen a significar algo, pasando del vértigo del significado apresurado al abismo de la aceleración continua de palabras. Sólo logran que se fundan colores, que nada sea azul, ni rojo, sino que al instante todo sean fragmentos que se entrecrucen y que mirados desde diferentes ópticas puedan brillar. ¿Cedemos a la fragmentación? Puede ser que la respuesta sea sí, pero que esa fragmentación no venga dada desde fuera, sino desde dentro de nosotros. Por ejemplo el silencio. Para mí, el silencio es como una fina capa de hielo debajo de nosotros, que va resquebrajándose poco a poco sin que nos demos cuenta, alimentándose de que en realidad nadie espera el ruido en ese momento. Últimamente lo que nos sorprende es el silencio, no el ruido, pero el silencio siempre existió antes. Acechándonos y mirándonos desde lejos a escondidas con una media sonrisa clavada en su rostro. Incrédulo, pero esperándonos...