martes, 15 de marzo de 2011

Outsomnio
















En un aeropuerto un personaje se debate entre arruinarle la vida al escritor y caer dormido, o proseguir con ese estado de insomnio que le persigue desde hace tres días, desde el momento en que fue creado para contar una vida que no recuerda haber tenido.
Lo primero que sintió fue la aparición de un abrigo que colgaba de la nada que era él (pg 2), que dio paso a un rostro rubicundo y enérgico, propio de Césares, regidores de imperios (pg 3, escritor fisonomista). Nada más mirarse en un espejo de la luminosa y excesivamente pulida terminal 1 le entró una vergüenza terrible, y nervioso miro hacia los lados para ver si alguien se había dado cuenta de que sólo era una cabeza envuelta en un abrigo. Afortunadamente, el escritor no daba importancia a los personajes secundarios y pudo pasar desapercibido, aunque le quedó para siempre el tic de echar una mirada por el rabillo del ojo, para observar la reacción que producía en los demás.
Después de un par de páginas, se tuvo que sentar en un banco del aeropuerto. Se estaba mareando y no era para menos: le había tocado en desgracia un libro compuesto de monólogo interior. La cabeza le daba vueltas, no podía ponerla en blanco como hacían los demás personajes, debía estar siempre en funcionamiento, relacionando cosas, conectándolas con recuerdos...
Descubrió tener bufanda cuando se le cayó y la tuvo que recoger (pg 5, el escritor no precisó recogerla con las manos y el pobre tuvo que inclinar la cabeza a ras de suelo, morderla y levantarla), y una pierna nació cuando el narrador decidió hacerla oscilar siguiendo el ritmo de una melodía de organillo que venía de lejos.
En el asiento de al lado descubrió un reloj de cadena que no había visto antes (pg 7).
Le gustaba, era redondo y pesado, y cuando con la mano derecha -recién llegada a la escena- le fue quitando la herrumbre y descubrió que era de un dorado débil, con olor a vida pasada y a una historia que contar, la cabeza le volvió a doler, esta vez atrozmente. Al parecer (pgs 8 a 18), el reloj le recordaba a una vieja tía suya a la que nunca había visto, y a muchos domingos de té y dominó, en donde el ladrido de un perro había sacudido su somnolencia de niño rico de pelo con raya al lado y jersey de pico, para convertirla gradualmente otra vez en la pesada espera de otro ladrido.
No podía seguir aguantando más en esa habitación llena de candelabros y de cajitas de música con bailarinas dentro, que váyase usted a saber qué clase de recuerdos o de pensamientos entrecruzados le provocarían.
Descubrió algo. Antes había logrado pensar por sí solo. Sí, en la página 7, justo antes de las reuniones de su tía con amigas de cara avinagrada y reproches múltiples. Justo cuando dijo "Le gustaba, era redondo y pesado". Eso era real. Debía concentrarse en el reloj. Redondo y pesado. Sí, podía pensar. Redondo y pesado. Sueño. Somnio. Antes había sido nombrado como insomne (pg 6) Redondo y pesado. Pero ¿qué era el insomnio? Redondo y pesado. Dentro del sueño ¿Por qué entonces significaba carencia de sueño? Redondo y pesado ¿No sería más lógico outsomnio, fuera de sueño?

Gmail: la fragmentación del "yo"



















Los cuentos de hadas glaciales quedan bien en programas de películas o en solapas de libros, pero luego son muy difíciles de plasmar...

La inacción es parte del pensamiento.

Yo enseño mi verdad y molesta, pero sólo contiene un poco de cieno. Los demás la esconden y están podridos.

1+1=1 (una gota sumada a otra gota no hacen dos gotas sino una gota más fuerte).

La acción que provoca alguien que piensa, o sea, la acción que provoca la inacción sólo puede llevar un mensaje a los que pueden estar destinados a pensar, no a todos. Y eso en el supuesto más favorable.
Los demás caen en el olvido.

A veces vemos cualidades en los demás para no ver las propias por miedo a que nos conviertan en algo diferentes a lo que ya somos.

Es que depende de varias cosas: por eso he dicho que hay dos fangos. Es una cuestión de naturalezas. Si debido a tu naturaleza estás hecho de fango, por supuesto has de adentrarte en él, elevarte, conocerlo, superarte a través de él...
No puedes evitar tu naturaleza, nadie puede; el fango no te hace diferente porque tú ya eres diferente, son dos realidades indisociables...

Sin embargo, si el fango es una construcción temporal, algo pasajero que coincidió con un período de tu vida es que estás haciendo algo mal. Huye y no mires atrás: porque esa no es tu naturaleza, y mejor mudar de piel hasta al final encontrarla.
No te regodees nunca en un fango que no sientas tuyo: es una trampa de tu mente, una más para soliviantar la frustración de no sentirte pleno, de no conocerte y de ni siquiera saber en dónde está tu fango y tu naturaleza.

Todos llevamos pequeñas cosas escondidas que responden a tu pregunta de ¿quién eres? Pequeños resortes que dibujan nuestra personalidad aunque sólo sea como un hoja mirada al trasluz: sólo es la sombra de nosotros, pero esas sombras han pasado de ser un reflejo de lo que éramos, y de un simple apunte han llegado a ser realmente nosotros.

Todo tan gris, tan aplastado por la especialización, por el hecho de elegir, por la miseria de España que siempre creyó y creerá en dos bandos: cuando para ser bueno en letras has de saber programar y por ejemplo saber de lingüística computacional, o en antropología de fórmulas matemáticas. Todo aplastado porque nos metieron en un molde destructor, en la universidad: esa empresa de pompas fúnebres del pensamiento.